A RAIZ DE UNA INTERPRETACION
DEL DISCURSO DE BENEDICTO
XWI EN LA UNIVERSIDAD
DE RATISBONA
Una buena parte de los países islámicos han reaccionado negativamente a
algunos de los pasajes
del discurso del Papa, especialmente
aquellos relacionados
con la violencia-no violencia
y la racionalidad-irracionalidad en las religiones.
Una interpretación de las palabras
del Papa han generado un conflicto,
una crisis no sólo entre las dos religiones sino entre algunos países islámicos y el Vaticano. No
han faltado alusiones
a las históricas cruzadas
y a la relación con las guerras
actuales lideradas
por USA.
Consideremos que en toda comunicación las palabras no sólo tienen un significado en su coherencia con el todo, sino que juegan un papel en sí mismas. De ahí la gran importancia en no pronunciar palabras
cuya connotación pueda despertar asociaciones
no deseadas para el emisor
pero de mucho relieve, por su sensibilidad, para receptores o posibles
terceros, siempre
presentes en la comunicación pública.
Nos hallamos pues ante una
crisis no sólo importante
sino inusitada en nuestro
siglo por lo que podría
suponer de enfrentamiento.
Entendemos que precisamente estos momentos
abren una gran oportunidad
histórica
para que el líder de la iglesia católica, como expresión de
toda la comunidad católica-cristiana actúe y aplique la doctrina evangélica
especialmente aquélla
de “cuando un hermano
tenga algo contra ti...deja la ofrenda ante el altar y ves
a reconciliarte con el hermano”
.
Se trata de una gran ocasión
para vivir y mostrar colectivamente
uno de los principios
cristianos: la búsqueda
de la reconciliación aunque
el autor no se sienta culpable del conflicto.
Y es oportunidad excepcional por la gran alerta que esta
crisis ha despertado en las gentes.
Nunca como ahora, quizás, la iglesia tiene un auditorio religioso no cristiano y socio político tan expectante.
Pero todavía más importante: se trata de una
gran oportunidad para expresar
la fraternidad, el respeto,
el deseo de paz, en
definitiva el carisma de la caridad y de la unidad, que han de expresarse
no sólo con palabras sino con gestos y hechos.
Los
gestos que podría realizar
el Papa son varios: desde
una declaración en la que puntualizara
sus deseos e intenciones pacíficas así como una demanda de perdón
por las guerras históricas
en nombre de Cristo, hasta
una invitación a altos representantes
islámicos para mantener
unas jornadas de conocimiento y profundización
mutua de las que pudieran
emanar declaraciones conjuntas.
En estas jornadas los
anfitriones del Vaticano
vivirían la más exquisita acogida y caridad para con sus hermanos del Islam.
Quizás ante la responsabilidad
mundial que este encuentro
supondría, ambas
partes en diálogo respetuoso
se darían a conocer
en lo mejor de sus doctrinas y aportaciones a
la humanidad, acogiendo,
cada uno, con interés
y escucha todo el bien que emana de cada religión,
sin pretender imposiciones
y sin riesgo de sincretismos,
fieles cada uno a la búsqueda de la verdad.
Tanto el espíritu de este encuentro como los gestos de confraternización
podrían suponer una
carga pedagógica positiva religiosa y social de
gran resonancia en los pueblos
y, porqué no, en el equilibrio
geopolítico actual.
17 septiembre 2006
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